METAMORFOSIS DE HOMBRE A MUJER
CAPITULO 17
Me gusta esto que me
ha pasado.
Esa
mañana llegué como de costumbre a la oficina, vistiendo ese traje de ejecutiva
que me daba un aspecto de mujer seria y culta. Era de todos modos la imagen que
me gustaba transmitir sobre todo en mi horario laboral. Había pasado ya casi un
mes desde que había despertado aquella mañana convertida hasta ahora sin saber cómo ni porque convertida en una bellísima
mujer; después de haber pasado 23 años de mi vida siendo un hombre.
Me
había comenzado acostumbrar a ser y a comportarme como una “nenita”, ya poco y
nada me costaba arreglarme y maquillarme gracias a la siempre incondicional
ayuda de mi madre y de mi amiga Marcela. Ni siquiera ellas sabían de mi
enigmático secreto. Sabía que era mejor guardar silencio con respecto a esta
misteriosa transformación si les narraba lo que me había sucedido, pensarían
que estaría “loca” de remate y quizás podría hasta terminar en un manicomio.
Como
casi nada de mi historial de vida en mis 23 años de existencia se había
alterado excepto mi cambio de sexo y lo que ello conllevaba prácticamente todo
seguía igual tal como se los narré en capítulos anteriores.
Me
sentía súper femenina y me agradaba sentirme así me daba una seguridad de la
cual en mi anterior estado, siempre había carecido. Comenzaba a sentir que todo
lo sucedido había sido después de todo una verdadera bendición divina y
quedarme en este estado, parecía ser lo mejor para mí.
Rafael,
mi amante, con el cual había estado engañando a mi novio Jaime; me había dejado
de acosar en los últimos días, lo cual, me daba una cuota de mayor
tranquilidad. No quería caer en el plano sucio de la traición, pensaba que si
iba a tomar el papel de una mujer, lo mejor era comportarme como una respetable
jovencita. Lo había evitado con mucho esfuerzo. No le contestaba sus llamadas
ni los mensajes “hot” que me enviaba por “facebook” o por texto a mi celular.
Si bien al principio había caído “rendida” a sus brazos creo que lo había hecho
por curiosidad para ir conociendo lo que se sentía estar en lugar de una mujer
en aquellos momentos íntimos. Otro motivo también debe haber sido que aún no
aprendía a controlar las hormonas femeninas que pululaban revolucionadas por
este cuerpo en el cual yo ahora habitaba. Nunca supe controlarme ante la
seducción de Rafael. El haber tenido sexo con él debo reconocer que había sido
una experiencia demasiado excitante en mi nueva vida como mujer.
Jaime
por su parte estaba también complicándome mi corta existencia femenina. El
tener que cumplir el papel de su infiel novia era una tarea que se me
complicaba bastante. Claramente no había forma tal de que yo estuviese
“enamorada” de él. Aunque yo lo conocía desde toda mi vida, cuando ambos,
éramos los amigos y compinches propios de la pubertad y adolescencia, en
aquellos tiempos en los cuales yo aun habitaba en el cuerpo de un hombre. No
sentía la comodidad suficiente como para encarar una vida de pareja junto a él
aun siendo yo la mujer que era ahora. El tener que hacer el amor con él, era un
asunto que también intentaba esquivar a duras penas. Si bien al momento de que
me penetraba sexualmente para hacerme suya, me hacía gozar lo suficiente, más
nunca me sentía cómodo en esa faceta de ser su mujer. En tanto que Rafael cada
vez que me “culeaba” me hacía ver las estrellas con los orgasmos que me hacía
conseguir ni siquiera como hombre yo había conseguido gozar tanto como lo hacía
ahora envestido en esta piel de mujer.
En
mi hogar las cosa eran más idénticas a la vida que llevaba anteriormente,
ocupaba mi misma habitación ahora decorada más femeninamente. Mi guardarropas,
era similar pero más repleto de ropa que tanto me gustaba como le lucían a las
mujeres que yo veía deambular por las calles; solo que ahora era yo quien debía
lucirlas y eso debo reconocer que me hacía sentir muy cómodamente en mi nuevo
estado. El tener que ponerme ropa interior femenina me hacía sentir una
excitación extraña y me encantaba mirarme al espejo y admirar lo linda que me
lucían en esta figura que se me había regalado. El cocinar y tener que ayudarle
a mamá en el lavado y aseo de la casa era un asunto que tampoco me incomodaba y
comenzaba asimilarlo fácilmente. Aún seguía siendo el chofer del automóvil de
mi padre en su ausencia. En resumen en mi hogar la vida casi seguía siendo
igual a como era antes de mi “metamorfosis de hombre a mujer”.
Por las noches no podía evitar jugar con mi cuerpo
al sentir ese deseo caliente en mis genitales de mujer y sin darme casi cuenta
sin querer comenzaba a meter mis dedos en mi humedecida conchita lo cual me
producía un deleite de gocé mucho mayor al que sentía al frotar mi pene cuando
habitaba en mi cuerpo de hombre.
Me
gustaba ser quien era ahora, ya no extrañaba nada de mi vida anterior. En estos
momentos lo que estaba viviendo, era lejos lo mejor que me hubiese pasado desde
que tenía uso y razón.
Jaime
se había ido nuevamente a su trabajo lejos de la ciudad lo cual me daba un
alivio ya que ello me ayudaba a llevar una vida más relajada sin el apremio de
tener que esquivar su aprensión y escenas de celos a los cuales me veía sujeto
manteniendo esa relación de noviazgo, la cual no podía ni sabía cómo evitar con
él.
En
mi trabajo el puesto era similar al que tenía antes de todo lo sucedido, pero
desde que había cambiado mi anatomía la diosa fortuna parecía sonreírme
maravillosamente también en lo laboral. Acaba de ordenar mis cosas en mi
escritorio aquel día lunes, como era habitual cada mañana cuando sonó el citó
fono de mi escritorio.
-
Alejandra, por favor ven a mi oficina- Era mi jefe.
Me
puse de pie inmediatamente a tiempo que le indicaba que iba en seguida temí que
me pudiese reprender por haber llegado unos minutos tarde. El tener que
maquillarme cada día me hacía comprender porque tardaban tanto las mujeres cada
vez que se preparaban para salir. Ahora las entendía y esa era la razón por la
cual en ocasiones yo también me retrasaba sin querer.
Entre
a la oficina de mi jefe un tanto nervioso como siempre me solía suceder siempre
cada vez que me citaba a primera hora y en privado a su despacho. Me hacía
pensar siempre en el peor de los casos que algo malo en lo laboral me podría
suceder. Pero mi jefe no estaba solo en aquel lugar al momento de ingresar a la
sala. Sentado frente a su escritorio podía ver la figura de un hombre, Olí en
el aire un perfume varonil que ya antes había sentido pero era diferente al
habitual que se respiraba en esa oficina.
-Permiso-
dije - Buenos días.
-Alejandra
adelante, quiero presentarte a Franco Polic, el es el vicepresidente de esta
firma bancaria.
Quedé
sorprendido al ver que el tipo que estaba sentado y se ponía de pie para
saludarme con una sonrisa muy relajada y afable era el mismo al que había
conocido el día antes en la playa. Era un tipo bien parecido de alrededor de
unos 30 años o algo más con el cual habíamos tenido un breve intercambio de
palabras y que habíamos interrumpido cuando había aparecido Jaime quien casi
jalándome del brazo me había alejado de su compañía.
-Señorita
Alejandra, Nos volvemos a encontrar No sabe el gusto que me da que esto haya
sucedido.- Me dijo Franco.- Veo que está muy sorprendida.
Solo
atiné a extender la mano para saludarlo y emitiendo un tímido saludo de
palabra.
- Veo que ya se conocen- Dijo mi jefe.
- Si
ayer tuvimos el gusto- dijo él, a tiempo que me acomodaba una silla para que me
sentara.
Eso
era lo otro que me encantaba de esta nueva vida; la atención que la mayoría de
las personas tenían hacia mí ese trato tan gentil de los hombres me hacía
sentir una cuota de sensualidad que sentía brotar del interior de mi ser. En
muchas ocasiones quizás debido a la poca costumbre de sentirme así creo haber
sentido humedecerse mi tanguita en situaciones como estas. Como lo que me había
ocurrido unos días atrás en que conducía el automóvil de mi padre y sin darme
cuenta caí aun hoyo que había en un puente en mal estado por lo que la rueda
trasera quedo en el aire y por mas que le aceleraba el carro para salir de
aquel lugar la rueda giraba sin tocar el piso para dar el impulso necesario
para salir. En cuestión de un minuto había unos cuantos vehículos atrás que
tocaban la bocina porque yo les obstruía el paso en esa dirección. Descendí del
vehículo nervioso e incomodo a raíz del problema en que me veía envuelto a
sabiendas que me encontraría con las miradas acusadoras por mi poca pericia
para conducir por parte de los curiosos del lugar. Tan pronto vieron mi
estupenda figura femenina vestida con aquella minifalda vaquera que llevaba
puesta. Se bajaron de sus vehículos para ayudarme tratándome con una amabilidad
que me hacía sentir una verdadera diosa, liberándome de toda culpa por lo
ocurrido.
-No
se preocupe mi amor que la sacaremos en unos segundos.- Me decían.
Pensé
en esos instantes que de haber sido el hombre que era, la situación hubiese
sido totalmente distinta.
-Que
te pasa Alejandra- Estas distraída ¿Qué te pasa hoy? –Me dijo mi jefe.
Fueron las palabras que me interrumpieron aquel recuerdo de hacía unos días atrás. Me senté acomodando mis piernas cruzadas mientras notaba la mirada hacia ellas disimuladas de parte de mi jefe y no tanto por parte de Franco que se acomodó en un sillón a mi lado.
Fueron las palabras que me interrumpieron aquel recuerdo de hacía unos días atrás. Me senté acomodando mis piernas cruzadas mientras notaba la mirada hacia ellas disimuladas de parte de mi jefe y no tanto por parte de Franco que se acomodó en un sillón a mi lado.
-
Franco, se lo dices tu o se lo digo yo- dijo mi jefe.
-
¿De qué se trata? Me están poniendo nerviosa.
-
Alejandra - me dijo Franco girándose y mirándome a los ojos.- ¿Estarías
dispuesta a irte a la capital y trabajar en un cargo de mayor importancia?
-¿Cómo? , no entiendo.- Les dije sorprendido.
-Quiero
que te vayas a trabajar conmigo a las oficinas principales de nuestro banco en
Santiago(Capital de Chile).
-Pero
¿porque yo?.
Tu
informe que diste demuestra que sabes mucho de finanzas y quiero que esto lo
hagas ya. Trabajaras a otra escala ofreciendo préstamos a empresas de mayor
peso. Pero eso lo conversaremos más adelante. ¿Qué dices?
Definitivamente
mi vida si estaba dando un vuelco definitivo. A la semana siguiente, luego de
un mes de mi metamorfosis. Me encontraba viajando a Santiago, la capital de mi
país; allí comenzaría otra etapa de mi vida, convertida ahora en una exitosa y
bella ejecutiva bancaria.
La diosa fortuna parecía sonreírme.