lunes, 24 de febrero de 2014

METAMORFOSIS DE HOMBRE A MUJER CAPITULOS 7 Y 8

METAMORFOSIS DE HOMBRE A MUJER
CAPITULO 7
CONOCIENDOME MÁS EN LA INTIMIDAD.

Llegada la noche rechacé la invitación de mi amiga Marcela para salir a “carretear” con sus amigos, aunque me moría de la curiosidad por hacerlo. Después de todo un sábado en la noche en casa no era a lo que yo estaba acostumbrado y sentía por lo demás que podría ser divertido salir a parrandear en este maravilloso cuerpo que había adquirido por arte de magia o algo parecido, pero no obstante, desistí de aquellas ganas de seguir experimentando de esta nueva experiencia en mi vida. Entonces preferí quedarme en casa a pensar en las cosas que me estaban sucediendo y quizás buscarle una solución al asunto que me apesadumbraba en esos instantes. Pero en vez de eso, se me venían a mi mente otras ideas.

Me dí un baño antes de acostarme y fui a mi habitación. Cerré la puerta por dentro me dirigí a mi ahora guarda ropas y comencé a cumplir las fantasías soñadas.

Estuve muchas horas de la noche probándome todas las ropas que allí había y que eran de la propiedad de mi nuevo ser; jeans, shorts, blusas vestidos, faldas, algunas cortísimas y todos los enseres que las mujeres tienen. Los calzados algunos con unos pronunciados tacones que al probármelos sentía que me costaba caminar con ellos y asimilé lo duro que era ser mujer al tener que caminar a diario con aquellos empinados modelos. Me di cuenta que a medida que pasaban los minutos y practicaba el desplazarme con ellos de un lugar a otro dentro de la habitación, por alguna razón que no comprendía me adaptaba rápidamente a ellos y comenzaba a caminar con una naturalidad que me sorprendía. Abrí unas páginas de internet para darme una idea de cómo maquillarme y descubría la habilidad que había adquirido para hacerlo. Era como si el don de comportarme como ellas con todas esas habilidades que poseían fueran naturales en mí.

Que linda me veía; Precisamente eso era lo que más me gustaba eso hacía que mi seguridad estuviera por las nubes. Definitivamente quería seguir así por el resto de mi vida , al menos eso pensaba en esos instantes en que me maravillaba de ser yo la belleza que se reflejaba en ese espejo, era una criatura simplemente excitante, y era yo, si aunque me costaba creerlo era yo.

Jugué un poco con los vestidos cortos. Una vez que me los probaba ponía un espejo entre mis piernas haciéndome unos auto” upskirts” lo que me producía una sensación extraña al verme mi ropa interior puesta por debajo de la falda. Todo eso me excitaba de una manera diferente al que mi anterior cuerpo de hombre estaba acostumbrado.

Me puse una camisa de dormir rosada que me quedaba mas cerca de mi trasero que de mis rodillas. Me paré una vez más frente al espejo ubicado en la puerta del closet y admire esa preciosa anatomía que allí se reflejaba. Estaba feliz, costaba creerme el cuento de que esa preciosura de mujer fuera yo.

Ya recostado aun sobre el cobertor de la cama, aprovechando el calor reinante de aquella noche veraniega, tomé un espejo un tanto pequeño que de seguro utilizaba para depilarme las cejas o algo parecido. Abrí mis piernas sin antes desprenderme de mi calzoncito recién puesto. Disfruté el momento de quitarme esa prenda intima. Lo hice lentamente mientras miraba como la delga telita se iba deslizando por mis contorneados y apetecibles muslos femeninos. Dejé los sexys “cuadros” suspendidos en uno de mis tobillos mientras abría mis piernas situando el espejito entre ellas. Abrí con mis dedos los labios de mi vagina para poder admirar y conocer esa intimidad que allí se encontraba oculta en ese rinconcito tan enigmático y esquivo para mí, pero que a partir de ahora dejaba de serlo.

Tengo lo que tanto me gusta pensaba, mientras acaricia mi sexo femenino puedo tocarla, sentirla, y a la vez, saber lo que se siente cuando me la rozan.

Comenzaba a sentir ese placer nuevamente. Había silencio en la casa ya hacía horas que mi 
hermano se había ido a su dormitorio; mi madre hacía lo propio a la espera de que mi padre seguro llegaría de madrugada después de trabajar casi 10 días consecutivos en una faena minera. Estaba yo entonces relajado en mi habitación acariciando cada rincón de mí, tratando de conocerme físicamente, que deliciosos senos tenía, podía sentirlos y verlos a la vez, pero sobre todo tenía el privilegio de tocarlos. Eran míos. Se habían puesto durísimos eran tan firmes y exquisitos que daban ganas de devorarlos uno a uno. Más allá se reflejaban en el espejito mis dedos introduciéndose en la ya húmeda conchita. Sentía un placer divino quizás por el hecho de que lo que veía me excitaba, no así como cuando en el espejo veía mi pene , eso no me llamaba la atención, pero ver mis dedos metidos en mis labios vaginales y sentir el placer que ello me producía la excitación era mucho mayor.

Comencé a mover mis caderas rítmicamente creo que lo hacía en forma espontanea. El placer que sentía en esos momentos me llevaba a realizar ese movimiento, que a la vez, hacía que el roce de mis dedos entre las piernas me hicieran escapar gemidos de placer que no podía controlar, sentía que me estaba divirtiendo en demasía. Era como si el placer fuera doble al tocar y sentirme manoseado a la vez en mi cuerpo de hembra. Cerraba a los ojos y me imaginaba como se sentiría el ser penetrado vaginalmente, imaginaba una verga clavada entre mis piernas no pensaba en quien sería el privilegiado que podría hacerme el amor en este escultural cuerpo de mujer casi tallado de maravillas. Solo imaginaba el goce que podría sentir como mujer, mientras a la vez me chuparan estas ricas tetas que había concebido mientras me las tocaba con una mano una a una sintiendo esa firmeza y suavidad natural que ellas derrochaban y que de seguro despertarían la pasión y lujuria en cualquier hombre. Mis dedos no paraban de jugar en el interior de mi rincón húmedo explorando mis entrañas vaginales agitando mi respiración de la calentura que embargaba en esos instantes gloriosos. Sentí mi cuerpo temblar de emoción cuando el placer se intensificó de pronto. Más me entusiasmé apurando las caricias en el interior de mi caliente conchita y tuve la sensación de orinarme similar a cuando eyaculaba pero era mucho más placentera esa experiencia deliciosa que ahora vivía y me retorcí hacia un lado al venirme inevitablemente en lo que después supe era un orgasmo intenso y sucesivo.

Me quedé un rato quieto sintiendo aun ese cosquilleo al que me estaba acostumbrando a conocer en mi nuevo rol, en mi nuevo cuerpo, en mi nueva faceta de maravilla de mujer, en la cual parecía que debería convivir por el resto de mis días definitivamente y que estaba aceptando rápidamente.

Me quede dormido unos instantes hasta que me despertó el ring de mi celular;
era Jaime que me avisaba que venía viajando y que me extrañaba. Yo no sabía que responderle trataba de fingir siguiéndole el juego, pero sabía que al día siguiente debería enfrentar esta nueva situación y debería hacerlo como la mujer que era ahora.

Al rato me llamó Marcela. Estaba un poco pasada de copas se notaba que la estaba pasando muy bien y me recriminaba por no haberla acompañado. Pensar que tantas veces había soñado con tirármela, pero en esos tiempos apenas si me decía hola. Y ahora que la podía ver desnuda si quisiera, todo era distinto, era mi mejor amiga, en realidad más que eso; éramos las mejores amigas.

Sentí ganas de levantarme pero el sueño me había vencido y el solo hecho de imaginar que debería enfrentarme a Jaime como su polola, eso ya me daba dolor de estomago de los nervios que comenzaba a sentir.




METAMORFOSIS DE HOMBRE A MUJER
CAPITULO 8
MENSTRUACION

Era el segundo día que despertaba en este cuerpo de mujer, pensaba que todo había sido un sueño, pero allí estaba enfrentándome a esta nueva vida. Una vez más amanecía enfundada en esta nueva anatomía que por momentos me incomodaba. Me toqué cada una de mis nuevas partes más intimas, como tratando de convencerme de que todo lo últimos sucesos acontecidos en mi vida estaban siendo parte de esta reciente realidad. Me puse de pie aún vestido con esa sexy ropa de cama que había elegido antes de irme a dormir y que consideraba que me hacían lucir linda y sugerente, algo suscitaba en mi persona haciéndome volverme pretensioso motivado quizás por la belleza que reflejaba mi cuerpo en los espejos. Un fuerte dolor abdominal me había interrumpido el sueño matinal; un dolor que no reconocía a lo largo de mis años de vida. Todo esto acompañado de un leve dolor de cabeza que asimilaba quizás a la mala noche agobiado por todo lo que me estaba sucediendo. Eran cerca de las 9 de la mañana cuando sonó mi teléfono celular, era mí ahora, amiga Marcela:
-Amiga recién vengo llegando a mi casa.- Me decía.- Te perdiste “el medio carrete”, la pasamos súper bien, Adivina quien preguntó por ti.

-Marcela, ufff te pasas tú.- Le dije. ¿Andas de trasnoche? 

-Sí, volví con mi pololo una vez más. Estábamos en unos Club de la Avenida del Mar y me topé con Rafael. Me contó algunas cositas de ti que no me habías confesado a mí, Que eres tragada al no confiar nada en mí que soy tu mejor “amiguis”. ¿Desde cuándo que se están acostando a escondidas engañando al pobre Jaimito que es tan buena persona?
-Marcela, ve a dormir y no me preguntes tonterías ahora no me estoy sintiendo bien.

-¿Qué te pasa te duele algo?

-Si, un dolor terrible desperté con un fuerte dolor abdominal.

-Típico, eso te pasa cuando te va a llegar tu periodo.

.¿Mi periodo? ¿A qué te refieres?

-A lo que nos sucede a todas las mujeres una vez al mes.

Lo que faltaba ahora, pensé, pero ella tenía razón si yo estaba en el cuerpo de una mujer era lógico que también tuviera que pasar por ese ingrato momento del que se quejaban la mayoría de las mujeres que yo conocía, el tener que soportar las molestias e incomodidades del periodo de menstruación.

Marcela me dijo.

-Y ponte la toallita higiénica porque cuando despiertas con ese dolorcito enseguida te baja “la regla”, te lo digo yo que soy tu amiga, y no te olvides de ir a ponerte la inyección, Si quieres yo te acompaño mañana a la farmacia.

-¿Qué inyección? Háblame más claro.

-La que nos ponemos una vez al mes cuando nos llega nuestro periodo. Fue idea tuya, preferiste eso a las famosas pastillitas para no quedar embarazada. ¿Oye que te pasa? Desde ayer que andas extraña. Hablas como si fueras otra persona.

-Ayyy Marcela, no sabes lo complicada que se tornó mi vida de un día para otro, pero espero que estés a mi lado ayudándome y orientándome para que todo esto me resulte de la mejor manera y no tenga que pasar por cosas desagradables.

-Si amiga, cuenta conmigo y ahora me voy a dormir, llámame más tarde que me muero de contarte con lujos y detalles sobre mi reconciliación con mi gordo. Uffff fue una noche maravillosa.

Si supieras las locuras que hicimos.
-Le dije: Si quieres ven más tarde y cuéntamelo; al fin y al cabo era interesante escucharla hablar.

Cuantas veces había deseado tener cerca a esa preciosidad de mujer en mi casa, aunque en las circunstancias en que se desarrollaba mi vida, ahora como hombre era imposible tenerla, pero al menos podría disfrutar de la belleza que pregonaba, quizás tanto como la difundía yo después de esta increíble metamorfosis.

Fui al baño a darme una ducha, al parecer era el primero que me levantaba esa mañana de domingo.

Cuando salí envuelta en una toalla del baño luego del ritual del aseo matinal, mi madre estaba aún con bata de pie saliendo de la cocina. Le dije que no me sentía bien que al parecer me llegaría el famoso periodo menstrual, estaba asustadísimo presintiendo la incomodidad que debería resistir los próximos días. Mi mamá me indicó que me tomara unos analgésicos que eran los que yo usaba para estos días.

Volví a mi habitación y busqué, entre los cajones de mi alcoba, una toalla sanitaria para estos casos y la sujeté a la ropa interior que usaría siguiendo las instrucciones que salían en el envoltorio, para luego continuar vistiéndome. Me puse una playera sobre el brasier blanco que hacia juego con unas pantaletas, abajo un pantalón de buzo (calzas un poco holgadas) tenía temor que se notara que estaba usando un “trapito” en mi vagina.

No me sentía bien caminando y preferí quedarme tirado en la cama viendo televisión. Cerré los ojos un momento y creí quedarme dormido un instante quizás debido al analgésico que me diera mi madre. Recibí otra llamada, esta vez de Jaime, invitándome a salir, me decía que vendría a buscarme para ir a la playa, le dije que no podría ser porque estaba en mi periodo y no me sentía muy bien. De todas formas me indicó que vendría a verme. Eso me puso más nervioso aún. Sentí que el dolor se acrecentaba más pero me tranquilicé, después de todo cuanto más rápido pasaran las cosas que tendrían que pasar sería mejor para comenzar mi adaptamiento a esta nueva vida de la cual era objeto.

Me puse de pie nuevamente. Sentía que ese peso de la toalla femenina se me iba caer de entre las piernas. Eso me hacía caminar con cierta dificultad.

Salí de la habitación, cuando eran cerca de las 11 de la mañana, mi padre estaba sentado en el sofá de la sala principal de la casa viendo algún partido del futbol europeo en la Tv. Lo saludé con un cierto grado de nerviosismo era la primera vez que me presentaba ante él con esta nueva identidad.

-Hola papá.¿ Cómo llegaste?.

-Hola hija. Por fin ya estoy aquí en la casita a descansar unos días.
Entonces se puso de pie, me dio un beso muy paternal en la mejilla y me abrazó.
 
-Ay, hijita ¿Cómo se me ha portado mi niña? ¿El trabajo como está?- Me dijo.

-Bien papá  le respondí tratando de zafarme de sus brazos, la verdad era que me incomodaba ese trato que ahora tenía hacia mí y al cual ya no estaba acostumbrado. Pero él, continuaba rodeándome entre sus fuertes brazos con un cariño expresivo casi tratándome como a una bebita.

Me sentía empequeñecido a su lado y pensar que en mi cuerpo de hombre era un poco más alto que él.

-Venga, venga para acá para que conversemos me dijo tomándome de la mano y antes que yo reaccionara me sentó en su regazo, haciéndome sentir más incomodo aún de tener que posar mi crecido trasero sobre sus piernas. Pueden imaginarse lo que resultaba para mí estar allí en esa situación incómoda y para colmo de males, sentía como algo me bajaba de mis entrañas hacia mi sexo, luego comprobaría que me estaba bajando la regla.

Con mi padre, el trato siempre fue más bien frío por ser yo el sándwich de la familia. Mi hermana la mayor y mi hermano por ser el menor siempre tuvieron los mimos más especiales. Yo por ser el del medio era la piedra de tope en la familia, pero ahora en mi faceta de mujer parecía que las cosas habían cambiado, al menos, en la relación que ahora podía reflejarse entre mi padre y yo.

Me preguntó por Jaime mi novio, de si ya habíamos fijado fecha de matrimonio, lo que me hizo dar más nervios aún de todas estas nuevas situaciones a las que debería sortear en esta fisonomía a la que una jugarreta del destino me había sometido. La conversación con mi padre me daba a entender que mi relación con Jaime a vista de todos era bastante formal, casi a las puertas de un noviazgo que conducía a un eventual matrimonio, de no ser por la relación oculta que a todas luces tendría yo con Rafael.

Jaime es un buen “niño”, debes sentirte feliz de tenerlo como pololo, y espero que lleguen a formalizar luego-Me decía.

Yo no sabía que contestar solo movía la cabeza en forma positiva, mientras permanecía en su regazo. El era mi padre y sentía un cariño por él, por eso a pesar de la situación que me aquejaba en cierta parte me hacía feliz de volver a sentir esa protección que me brindaba y que me hacía añorar mi época de niño.

-Acompáñame de compras- Me dijo.- Quiero ir al centro comercial. Hay que comprar los regalos de navidad. Recuerda que mañana es noche buena, hizo un ademán al que yo reaccioné bajándome de sus piernas-Ya pues no me ponga esa carita, sea una niña buena y acompañe a su papá. Tomemos desayuno y vamos tu sabes que yo no tengo idea de esas cosas.

Quise decirle que yo tampoco tenía idea de ese tipo de cosas, y lo peor es que sentía que la menstruación me comenzaba a bajar. Era una sensación bastante desagradable, lo que me estaba sucediendo, pero la idea de poder salir en mi cuerpo de mujer acompañada de mi papá me resultó entretenida. Muchas veces imaginaba lo que era ser “la nena regalona de papá” y de como sería sentirme protegida el pasear en un centro comercial en su compañía. A la vez sentía un poco de nervios de enfrentarme a esta situación y no lo dude más y luego de desayunar en familia me fui a preparar para la siguiente salida.